El próximo miércoles, los jefes de las expediciones que todavía
permanecen en el Campo Base (glaciar de Khumbu) del Everest han
acordado reunirse para decidir si esperan una «ventana» que no
acaba de abrirse o si, por el contrario, dan definitivamente por
acabada la espera. Mientras tanto, llegan noticias de que unos
quince escaladores -de los 40 que querían probarlo- habrían llegado
a la cumbre ayer por la vertiente norte (glaciar de Rongbuk), entre
ellos la asturiana Rosa María Fernández.
En cuanto a los grupos que anteayer llegaron al Cuello Sur (8.100
m.), sólo uno intentó llegar a la cima. Se trataba de una
expedición internacional de Asian Trekking en la que se encuentra
un escalador de la Vall d'Arán -que sólo consiguió llegar al lugar
denominado «La Balconada», a unos 8.500 metros de altura. El
espesor de la nieve impidió a los diez miembros -cinco escaladores
y cinco sherpas- seguir más allá, motivo por el cual tuvieron que
bajar ayer por la mañana hasta el Campo II, totalmente extenuados y
deshidratados.
Del otro grupo, el de los coreanos, de los dos escaladores que
pasaron la noche en el Campo IV sólo uno espera hoy su oportunidad
de llegar a la cumbre, a pesar de las previsiones de fuertes
vientos superiores a los 40 km/h y temperaturas de 30º bajo cero en
la cima. Aunque las noticias son confusas y difíciles de
contrastar, parece que este año el número de «summiters» se
reducirá notablemente respecto de otros años, mientras que se
incrementa el riesgo de congelaciones.
Los días pasan y la situación no mejora. Ayer por la mañana, como
presagio de que esto se acaba, se montó un mercado de ocasión junto
al centro médico. En él se puso a la venta material de montaña,
libros, revistas y comida envasada. La iniciativa de los
expedicionarios americanos fue un éxito y la participación
numerosa. Incluso Tolo Quetglas aprovechó la situación para
intentar vender un par de botas que le sobraban y, de esta manera,
poder rehacerse del gasto extra -600 dólares- que le ocasionó el
alud del Campo I hace poco más de quince días. Pero la suerte no le
acompañó.
Los escaladores mallorquines también son conscientes de que el
tiempo se acaba y con él las posibilidades de conquistar su sueño.
A pesar de eso, Oli y «los dos Tolos» (Quetglas y Calafat) no
quieren aflojar y esperarán hasta el final. La expedición no piensa
tirar la toalla y hará todo lo que esté a su alcance para hacer
cumbre. Sólo falta que la «ventana» (vientos no superiores a los 20
km/h, un grado de humedad en torno al 20% y temperaturas de unos
-20ºC) se abra y permita una ascensión en condiciones.
La fecha límite es el 25 de mayo. El mercado de ocasión no sirve
sólo para deshacerse del material sobrante, sino también para
conocer las intenciones de la mayoría de las expediciones,
especialmente las comerciales, en las que los clientes llegan a
pagar hasta 65.000 dólares para subir a la cima de la montaña más
alta de la Tierra y, por este motivo, las presiones son más
grandes. Algunos informes alertan de la entrada de la «jet stream»
(corriente de chorro de origen térmico que actúa en la estratosfera
y que habitualmente aprovechan los reactores para ganar velocidad)
con vientos de 140 km/h que amenazan con arrassar entre el martes y
miércoles todos los campos instalados desde el Cuello Sur hasta el
Valle del Silencio, pasando por la pared del Lhotse.
25-M, fecha límite
Un grupo de quince alpinistas, entre ellos una asturiana, han llegado a la cumbre por la vertiente norte, el glaciar de Rongbuk