El nacimiento en noviembre del primogénito de los príncipes de Asturias fue anunciado ayer por la Casa del Rey en un comunicado, casi un año después de que don Felipe y doña Letizia contrajeran matrimonio en la madrileña catedral de La Almudena, concretamente el pasado 22 de mayo. Desde entonces, la vida de la pareja ha sido una constante fuente de rumores y un continuo ir y venir por sus múltiples compromisos oficiales.
Ahora podrán celebrar su primer aniversario de casados alejados de la presión que han sufrido hasta ahora en torno a su descendencia.
Haciendo una excepción en su tradicional política de no comentar ni desmentir rumores, la Casa del Rey, a través de su departamento de relaciones con los medios de comunicación, tuvo que salir al paso de los comentarios en varias ocasiones, ante su insistencia, a veces sobre la posibilidad de que la princesa estuviera embarazada o incluso enferma por su delgadez.
El bebé que nacerá en noviembre significa ante todo la continuidad dinástica. «Permite dar la posibilidad de tener un eslabón más en la cadena de la dinastía y nos engarza con la historia», decía el Príncipe el día que pidió la mano de doña Letizia, al referirse al sentido que daba él a su boda.
Fue el día de la petición de mano, el 7 de noviembre de 2003, en el Palacio de El Pardo, cuando el príncipe de Asturias, en presencia de quien todavía era su novia, doña Letizia, se aventuró a confesar que quería tener «por encima de dos y por debajo de cinco» hijos.
Era la respuesta a una de las muchas preguntas que los periodistas hicieron esa mañana a la pareja, que sólo seis días antes, por sorpresa, había dado a conocer su noviazgo. Una respuesta acompañada por una sonrisa del Príncipe y ante la que doña Letizia no pudo reprimir un «¡anda!».