Joan Carles Palos (Everest)
Son las 11.00 horas. En la tienda de comunicaciones de Alpine
Ascents Internationa, la coordinadora de campo base, Ellye Henke, y
el doctor Frederick Declerck intentan conectar con los guías del
Campo II, donde parece que un sherpa tiene graves problemas
intestinales. Los síntomas son, probablemente, de un ataque de
apendicitis. No puede perderse tiempo y conviene evacuar
inmediatamente al enfermo hacia el hospital de Periche.
«Los problemas médicos son los asuntos más pesados de mi trabajo», declaró Ellye, una mujer de mediada edad y de piel curtida por las montañas de Alaska y el Canadá. «Esta es mi quinta expedición al Everest», añade disgustada. Justamente, el día en que nos acercamos a ella para conocer de cerca la compleja realidad de las expediciones comerciales, nos encontramos con una emergencia que acaba de activarse . «Así son las cosas», dice en un castellano «tex-mex».
Alpine Ascents Internationa es una de las empresas de deporte-aventura más prestigiosas del mercado mundial. Organiza trékkings por el Himalaya y los Andes, además de ascensiones a algunas de las montañas más importantes de la Tierra. Sus clientes no son, por regla general, alpinistas profesionales. Tan sólo clientes con coraje y dinero suficientes como para pagar los 60.000 dólares que vale subir al Everest a través de una expedición comercial.