Eran las doce del mediodía y el cielo empezaba a cerrarse sobre el campo base del Everest, a 5.300 metros. Los ojos de Jopela estaban llenos de lágrimas y casi no podía articular palabra. «Pido perdón a toda la gente que ha confiado en mí», dijo con voz temblorosa antes de coger el camino del glaciar del Khumbu en dirección a su retirada anunciada. Un sherpa lo acompañará en el camino. El aire helado que subía del fondo del valle era el anuncio de otra tarde de nieve y frío. «Voy a curarme», declaró Jopela. Una breve y sentida despedida de los sherpas, además de los abrazos emocionados con los compañeros de expedición marcaron el inicio de la marcha del escalador mallorquín hacia el hospital de Periche, tal como le había prescrito el médico de la expedición, Jaume Borràs, con el fin de poner remedio al principio de edema que le había diagnosticado.
«Lo que peor me sabe es que me vuelvo con las manos vacías», lamentó el expedicionario mientras le daba la espalda a la cascada de hielo del Khumbu y a lo que ha sido el sueño de su vida: Sentir el abrazo próximo y cariñoso de la «Diosa Madre de la Tierra» (Sagarmatha) en la cumbre más alta de la Tierra, el Everest (8.848 m.). Y mientras Jopela iniciaba su retorno, la pirámide de hielo resplandeciente y roca oscura estriada se escondía entristecida detrás de un atronador telón de nubes grises. Tolo Quetglas, su amigo de toda la vida, lo acompañó un rato con el fin de hacerle menos duro el abandono, mientras que Oli y Tolo Calafat se despedían emocionados de su compañero de cordada a los pies del glaciar. «Conviene reconocer que se necesita mucho valor para tomar una decisión como ésta», valoraban los compañeros de Jopela.
El escalador, a punto de cumplir los 50 años, ha recibido todo el apoyo y comprensión de su familia, su mujer, María del Carmen, y sus hijas, Ainhoa y Lorea, que lo habían empujado hasta esta gran aventura -la más grande de su vida- que no ha sido suficiente para superar esta dolencia que se le ha entrecruzado en el camino. «Un año trabajando en este proyecto y en dos días todo se ha perdido». El tratamiento de choque que había recibido no había hecho otra cosa que enmascarar los síntomas de su dolencia, otorgándole un falso bienestar. La decisión la tomó después de haber pasado una noche horrorosa. Probablemente, una vez curado del edema pulmonar, el escalador seguirá la marcha de retorno a Lukla, desde donde volará hasta Katmandú. En la capital de Nepal, el expedicionario esperará al resto del grupo para volver juntos a Mallorca, tal como le han sugerido tanto Oli como los dos Tolos. Los sherpas subirán hoy al campo II las 36 botellas de oxígeno que todavía quedan en el campo base. A continuación, este fin de semana montarán el campo IV, a 8.100 metros de altura.
Joan Carles Palos