Joan Carles Palos (Everest)
Eran las siete y media de la mañana y el ambiente era gélido. Al
anochecer volvieron a caer las temperaturas a 15 grados bajo cero y
la nieve extendió una fina capa blanca por el campo base. Mientras
tanto, el sol comenzaba a mostrarse tras la espalda oeste del
Everest. Nacía un nuevo día para la expedición. «Oli» y «los dos
Tolos» -«Jopela» se encuentra en Dingboche- no se podían imaginar
la sorpresa que les esperaba en la tienda comedor. El ordenador y
el módem vía satélite estaban a punto para mostrarles el reportaje
que los diarios del Grupo Serra les habían preparado en torno al
seguimiento que hacen sus familias de esta expedición.
«Orgullo y añoranza» en los titulares, unos sentimientos compartidos por los escaladores, que tenían que esforzarse para aguantar las lágrimas. Las nuevas tecnologías eran, por una vez, más humanas que nunca. Inmediatamente se produjeron las declaraciones. Tolo Quetglas saltó emocionado y dijo: «Yo también quiero mucho a los tres -Queta, Marc y Claudia-. Les quiero decir que ya conozco muy bien las montañas de Mallorca y que tenía que intentar escalar la más alta del mundo por una vez en la vida».
En cuanto a las natillas que le esperan a Tolo Calafat al llegar a Palma, el expedicionario quiere decirle a su hijo Miquelet que no se preocupe, «estoy haciendo régimen para poder engullir todo el cargamento». Con añoranza, Tolo C. recordaba durante el desayuno los instantes vividos con su mujer, Marga, y su hijo. Nadie se salva de este bagaje sentimental que acompaña a cualquier alpinista hasta la cumbre y que sólo él puede arrastrar cuesta arriba. Así, «Oli» también expresó su orgullo por el apoyo recibido por parte de su familia, y a sus hermanos, María José y Carlos Olivieri, les recomendó que «se abriguen mucho» si quieren compartir todo lo que él siente.