Los planes del Ajuntament de Calvià de erigir en el municipio un Centro de Tecnificación Deportiva están provocando toda clase de controversias, a pesar de que la idea, en principio, debe ser aplaudida por todos. Se trata, en efecto, de un proyecto beneficioso para la localidad en la que se asentará y para toda Mallorca porque ayudará a conseguir cierta desestacionalización turística, un objetivo perseguido por los sectores económicos, comerciales y turísticos. Atraer turistas deportivos en temporada baja, cuando en sus países el clima es impracticable, es una meta deseable y necesaria que se convertiría en magnífica si, además, vinieran deportistas de élite con la consiguiente trascendencia mediática que ello supone en cuanto a promoción en el exterior.
Tiene el proyecto, sin embargo, algunas cuestiones oscuras que convendría clarificar. La primera crítica se dirige a la ubicación de este centro en un área rústica, una parte de la cual está protegida por su valor paisajístico, lo que, evidentemente, sería un error en una Mallorca ya suficientemente castigada por la urbanización feroz del territorio.
Pero hay otra cuestión polémica en este asunto: la idea de acompañar este centro de una gran superficie comercial de nueve mil metros cuadrados cuando en la Isla prevalece una moratoria para este tipo de instalaciones. Este detalle hace temer la intención de «disfrazar» una operación comercial a gran escala que perjudicaría de forma definitiva a los 2.500 comercios de Calvià, y también a todo el sector del pequeño comercio mallorquín. Por último, falta por dilucidar de dónde va a salir el agua necesaria para regar los cuatro campos de fútbol, la pista de entrenamiento, el campo de rugby y el estadio olímpico de césped natural previstos en un proyecto que, en definitiva, tiene aún muchos interrogantes que despejar.