El rumor está en la calle. Corea va a ser derribada y, con el
tiempo, reconstruida. La gente de aquella barriada ayer por la
mañana no hacía otra cosa que hablar de eso. Al menos la gente con
la que estuvimos, con la que hablamos. «¿Sabe usted cuándo será?»,
preguntaba la mujer que formaba parte del corro de la esquina de
Joan d'Austria. «¿Y qué va a pasar con nosotros mientras tanto?»,
se preguntaba otra.
La realidad es que se comenta, aunque pocos saben de fechas. Por
otra parte, nos han contado que el Ajuntament, a fin de evitar
especulaciones, tampoco está muy por la labor de hablar de este
asunto.
Mientras tanto, la vida sigue en Corea, que de un tiempo a esta
parte, debido a que los servicios de Emaya se ocupan también de la
limpieza de los patios, parece otra muy distinta, «aunque aquí
seguimos viviendo apretujados en pisos de 36 y 48 metros cuadrados,
y en algunos estamos viviendo hasta nueve personas -explica la
mujer-. A mí me gustaría que la alcaldesa de Palma, Zapatero o el
Rey pasaran un fin de semana aquí. A ver si eran capaces de
soportarlo».
No todos quisieron abrirnos las puertas de sus casas para
mostrárnolas. Ni tampoco aceptaron que los fotografiáramos. «¿Para
qué? ¿Acaso una foto mía en el diario de usted me va a resolver el
problema?», se quejaba el anciano que trataba de solearse sentado
en un banco. Pero está claro que en Corea hay dos tipos de casas,
las de dos habitaciones y las de tres; las que están en condiciones
de ser habitadas y las que no, pese a que algunas de estas últimas
lo están. Nosotros tuvimos la suerte de que otras tantas vecinas
nos abrieran las puertas de sus pisos, a los que accedimos a través
de una estrecha, aunque limpia, escalera. No hay ascensor. Son
pisos modestos, pero con lo justo para vivir en ellos dignamente.
El de 36 metros tiene dos habitaciones, una de ellas algo mayor que
la otra, un salón comedor en que ajustando bien el tresillo y la
mesa con las sillas, incluso el aparador, cabe todo, una cocina
apañadilla y un cuarto de baño con ducha. Las de 48 metros
cuadrados tiene todo eso además de otra habitación. La persona que
nos la muestra tiene dos hijos. La más grande está ocupada por cama
de matrimonio, otra con dos camas y la tercera con un pupitre.
«Aquí es donde estudian los chicos», dice. En el salón-comedor han
instalado una especie de biombo, «gracias al cual desde él no se ve
la cocina», y viceversa.
Son casas pequeñas, sencillas, limpias -las que lo están- que
tienen lo mínimo para vivir decentemente.
«Si se fija bien -nos hace ver otra de las contertulias de la
esquina-, aquí sobran metros en los patios y faltan en las
viviendas. Los patios tendrían que ser más pequeños, pues apenas
los usa nadie, y esos metros destinarlos a las casas».
Pues podría ser una solución.
«En casa vivimos nueve -dice otra mujer- y como no cabemos en las
habitaciones tenemos que dormir en el sofá y en el suelo».
La falta de espacio donde vivir es el gran problema de Corea. El
otro puede estar en cierta vecindad. Pero esa es otra historia, que
aunque puede que altere la convivencia, nada tiene que ver con el
espacio ni con el tiempo que le queda de vida a la barriada.
Pedro Prieto
Fotos: Click
Vivir en Corea
No todos quisieron abrirnos las puertas de sus casas. Ni tampoco aceptaron que los fotografiáramos. «¿Para qué? ¿Acaso una foto mía en el diario de usted me va a resolver eproblema?»