TPedro Prieto (Roma)
Todo está a punto en Roma para la despedida del papa Juan Pablo II.
Cuatro millones de romanos, otros cuatro millones de visitantes
llegados desde todo el mundo y cientos de millones de todo el
planeta le darán el último adiós. La plaza de San Pedro se
preparaba ayer para convertirse hoy, a partir de las diez y media
de la mañana, en el centro del mundo. En lo que los últimos de la
fila -miles de peregrinos- se aproximaban lentamente, muchos de
ellos portando banderas, en gran número polacas, hasta donde yace
Juan Pablo II, afuera, en la plaza, los preparativos de la
ceremonia estaban en su punto más alto.
Pese al calor, nadie desfallecía. Miles de ojos, unos a la vista, otros ocultos, vigilaban por el bien de la seguridad de todos -no olvidemos que esta mañana ahí habrá 200 altos mandatarios llegados de todos los países del mundo-. Nos extrañó, eso sí, que en la entada de San Pedro no hubiera ningún detector de metales. Decenas de emisoras de televisión que tienen aparcadas sus furgonetas con antenas vía satélite frente al castillo de Sant Angelo, o lo que es lo mismo, al principio de la Vía de la Conciliazione -que es la que lleva a la plaza de El Vaticano-, trataban de dejarlo todo a punto para hoy.
Igual que nosotros, los periodistas, que apurábamos los últimos minutos del horario de oficina de la Salla Stampa della Santa Sede para conseguir una acreditación, que además de algo de papeleo, nos supuso desembolsar cinco euros, con lo cual El Vaticano se monta un negociete, pues cinco euros multiplicados por 3.500 periodistas acreditados dan un total de 17.500 euros, casi tres millones de las antiguas pesetas. Pero, bueno, que sean en memoria de Su Santidad.