Ayer, Miércoles Santo, preámbulo de las vacaciones de Semana Santa, sobre todo por la tarde, había mucha gente en la calle. ¿Lo notaron? Además, el día amaneció algo brumoso y terminó espléndido. Fue un día aunténtico de primavera, de esos que a partir de media mañana te invitan a quitarte ese jersey que, por precaución, te has puesto al salir de casa. Incluso si no tienes otras cosas que hacer, terminas soleándote en cualquier terraza, o a nada que seas un poco osado, tumbado en la playa.
Desde mediodía, los niños ya estaban de vacaciones y los que estudian fuera iban llegando a casa poco a poco. También -y por ello nos alegramos-, sobre todo por la mañana, se veían más turistas que nunca -desde luego más que en la última Semana Santa-, extranjeros en su mayoría, yendo y viniendo por las calles del centro, así como sentados en las terrazas de los bares, tomando algo y haciendo un alto en el camino, ya bien en la visita al casco antiguo, ya bien en ese «ir de compras» que todos practicamos cuando salimos de viaje.
Y es que esto, qué duda cabe, huele a vacaciones. O a medias vacaciones, porque -salvo unos pocos que no las tienen porque ya las han disfrutado, o porque se las reservan para otras fechas-, los demás saben que a partir de mediodía de ayer -incluso algunos ya en todo el día-, y hasta el martes, no se trabaja, lo cual pone de buen humor a cualquiera. Bastaba ver las caras de la gente, lo alegres y distendidos que estaban unos y otros.
Pedro Prieto