En esta ocasión hemos pensado en ocho mujeres con nómina, es decir, que entran a trabajar y saben lo que van a cobrar porque hay un baremo establecido, cosa que no les sucede a todas, especialmente a las que trabajan en determinadas empresas privadas, y ya no hablemos si son inmigrantes. Ellas son Àngela, policía local de Palma; Ana María Pérez Fernández, coordinadora de enfermería de unidad hospitalizada; Carmen Martínez, médico y jefa de unidad de radiología; Antonia Guillem, bombera de Mallorca, casada y con dos hijos; Mercè Verdaguer, jefa de almacén de Bombers de Mallorca; María Luisa Gutiérrez, cabo MPT; Raquel Borrás, soldado profesional, y Vanesa Montoya, chófer de la EMT. Las ocho están de acuerdo en que exista un día como el de hoy, que recuerde a la mujer trabajadora. También coinciden que en determinados trabajos, sobre todo de la empresa privada, no todas cobran lo mismo trabajando en lo mismo, y desde luego cobran menos que el hombre.
La doctora Martínez considera que encima hay mujeres que después del trabajo llegan a casa y tienen que atender al marido y a los hijos, y éstos, a veces, no la tienen en cuenta. Tampoco es justo que por el hecho de venir a trabajar cada día tengan que pagar a una persona que cuide de los niños. Por su parte, Ana María Pérez señala que se dan casos en que la mujer tiene mayor dificultad para acceder a puestos más altos, lo cual suele producirse en la empresa privada. María Luisa, que estuvo en Mostar, y la soldado, que es de Inca, no se sienten marginadas, ni laboral ni económicamente, en ningún caso, «pues sabemos cuál es nuestro trabajo y salario», pero están de acuerdo «en que si ellas hacen el mismo trabajo que el hombre, deben cobrar lo mismo» y también deben tener las mismas posibilidades de promoción laboral que él.
La bombero y la policía tampoco se sienten discriminados, pues para acceder al cargo han tenido que pasar las mismas pruebas que los hombres, y salvo que tienen vestuarios distintos, en el resto son iguales. «Lo único -señala Antonia Guillem- es que pocas veces se reconoce el trabajo que la mujer hace en casa». A Mercè, que en el almacén ha de acarrear con material a veces pesado, le sorprende que cuando «me ven conduciendo un camión grande, algunos creen que lo he robado, pues piensan que no estoy capacitada para hacerlo, cuando sí lo estoy». Más o menos lo mismo le sucede a Vanessa. «A veces, cuando sube algún hombre y me ve al volante, se baja, o si no, me pregunta si vamos a poder ir tranquilos». O si se rompe el coche, como el otro día, tienes que escuchar eso de «¡Mujer tenía que ser!».
Pedro Prieto