Llovizna. Frío. Los elementos se aliaron ayer para hacer frente común en contra de la Rueta de Palma. Y consiguieron ganar la batalla. Sólo algunos valientes desafiaron a los elementos y exhibieron sus disfraces por un centro de Palma silencioso como en pocas ocasiones; como si se hubieran escapado de los mejores libros de cuentos, y las calles de los escenarios de los teatros de todo el mundo, príncipes, hadas, toda la familia de Sreck, algún Harry Potter, enfermeras, ninjas, El Zorro repetido hasta la extenuación, una legión de vaqueros e indios, algunos pollitos Piolin, pierrots y payasos y una inmensidad de animales - perros, ratones, gatos, un cocodrilo, dos loros tomaron las calles para celebrar su fiesta grande.
«Lástima de tiempo, tanto trabajo para nada», se quejaba Maria Munar mientras protegía a su nieta con una chaqueta blanca que le impedía lucir con naturalidad su traje de abeja Maya.
El público fue menos numeroso que el año pasado y sólo se congregó cerca de las atracciones que Cort había puesto a lo largo del recorrido: castillos hinchables, toboganes, una pasarela para hacer desfiles, un mago italiano que tenía muy poco público, un circo donde hubo algunas atracciones interesantes... todo pensado para que los más menudos disfrutaran de aquello.
Buena prueba de que no había demasiada gente es que se podía circular la mar de bien con carritos de niño.
Los mayores también disfrutaron. La principal diversión fue fotografiar a los niños y allí surgieron las últimas tecnologías en cámaras de fotos y vídeo.