Diana Lucero, streaper argentina afincada en Mallorca que trabaja
los fines de semana en Tito's, que entre semana aprende a hacer
cócteles y que cuando se le presenta la ocasión ameniza despedidas
de solteros con esa gracia y cuerpazo que tiene, se vino ayer a la
nieve con nosotros. Y disfrutó como cualquier hijo de vecino,
porque ¡vaya día de nieve más hermoso el que vivimos!
-¿Te atreverías a someterte a una sesión de fotos con la Cartoixa
de telón de fondo?
-Sí, claro. Me encantan las fotos y soy una enamorada de
Valldemossa y de su Cartoixa.
-Digo que si te atreves a hacértelas desnuda...
-¿Desnuda completamente...? Sí, claro -dice sin dudar-. ¿Por qué
no? A mí no me importa desnudarme. Si tengo un cuerpo bello, para
qué ocultarlo.
-Pero hace frío.
-¿Y qué? Mi sangre es caliente y soy mujer muy ardiente. ¿Cómo voy
a tener frío si soy fuego...? Bueno, sí; a decir verdad, un poco de
frío sí que tengo, pero la experiencia es fascinante.
En apenas diez segundos, se queda en tanga y sujetador negro. Para
que la máquina se caliente, le hacemos unas fotos de esa guisa.
Bajo la nieve, eh, que no cesó de nevar durante todo el tiempo.
Diana resiste muy bien, cuando, a punto de quedarse tal como vino
al mundo, va y aparca a nuestro lado un todo terreno del que salen
los papás, la abuela y los nenes dispuestos a hacerse fotos y a
construir un muñeco de nieve, lo cual nos obliga a cambiar de
escenario.
Optamos por un lugar algo más alto que la carretera, desde donde se vea la Cartoixa. Una vez que lo hemos localizado, al intentar acercarnos hasta él por una empinada cuesta con una pronunciada curva a mitad de ella, el coche se nos queda clavado en la nieve. No avanza ni para adelante ni para atrás a pesar de que pisamos el acelerador. Las ruedas giran, se hunden en la nieve, pero no avanzan. Como el lugar es bello, la invitamos a posar en él. Antes de tener la cámara dispuesta, Diana se planta ante nosotros, desnuda. Bueno, no. Desnuda completamente, no. Calza zapatos y una boa negra rodea su cuello. «Trata de no sonreír», le decimos.
«No es sonrisa lo que ves; es gesto por el frío, pero todo sea
por lo fascinada que estoy y por lo a gusto que me encuentro. No
siempre una puede estar desnuda en plena nieve. Es toda una
experiencia. Jamás olvidaré esta nevada». Viendo que la familia se
ha marchado, regresamos al lugar de antes. En unos pocos minutos
hacemos el trabajo. De fondo la Cartoixa y los pitidos de los
coches que pasan por delante de nosotros, cuyos conductores lo
menos que se esperan, en plena nevada, es ver a una espléndida
señora haciéndose fotos en cueros.
Ni nosotros tampoco.
Pedro Prieto
Foto: Pep Bergas