Numerosos aficionados al automovilismo se dieron cita a lo largo del día del ayer en s'Escoxador de Palma. Aficionados especiales, eh. Porque, bueno, sí; la cosa iba de coches, pero de coches que nada, o muy poco, tienen que ver con el original. Manolo Alcántara había adquirido hace cuatro años un Audi A3 1800 turbo que ahora en casi nada se parece a aquel, al menos estéticamente, pues entre chapa, sonido y complementos, ha invertido entre diez y once millones de pesetas, hasta el punto de «que ya no le puedo poner nada nuevo, a no ser que lo desmonte y lo reconstruya con otras piezas». Son, como decimos, coches especiales, que han pasado tres o cuatro veces -incluso más- por el «cirujano plástico» para que les diera un retoque. El último que ha recibido el de Jaime Martorell, un Golf 4 en sus orígenes, han sido unas llantas que «me han costado 6.000 euros». Claro que eso no es nada con lo que ya lleva gastado, que es entre cuatro o cinco millones de las antiguas pesetas. ¿En qué? «Pues en hacerle cambios: el coche lleva el parachoques del Audi TT, la parte trasera del Seat León... el audio me ha costado 12.000 euros...» Son, además, coches que no suelen circular, que sus propietarios tienen en el garaje, donde lo renuevan, cuidan, abrillantan y... ¡aman! «Hay quien tiene una querida y hay quien tiene un tunning», dice Alcántara, que a diario deja el coche en la cochería y circula por Palma con una furgoneta.
Claro que hay otros que se dejan de gastos y cambios y van directamente al mogollón. Es decir, compran en Alemania un Lamborgini que luego causa sensación en s'Escorxador. «Me pidieron 108.000 euros y regateando los rebajé a 15.000, 18 millones de las pesetas de antes -explica el dueño-. Y como lo trae todo, ¿para qué le voy a cambiar algo?» Y tienen razón.
Pedro Prieto