Este establecimiento cesará definitivamente sus actividades (dando paso a otras más lucrativas) el próximo día 5. Agradecemos a nuestros clientes y amigos las muestras de fidelidad e infinita paciencia demostradas a lo largo de tantos años. Con cariño y hasta siempre». Así reza el cartel de despedida del Café Niágara que cierra sus puertas tras casi medio siglo de existencia.
El 15 de mayo de 1955, Antonio Mozo y Juana Català abrieron el bar y once años después sus hijos, Enriqueta e Isaías Antonio Mozo, alias «Saíto», se hicieron cargo de él. «¿Por qué el nombre de Niágara? Porque mi padre había trabajado de marine, viajaba mucho y había visto las cataratas y la película de Marilyn Monroe y decidió rendirle un homenaje», recuerda Saíto.
De los primeros años del local guardan un recuerdo entrañable, ya que era la época de las tertulias. «Más que clientes eran accionistas, venían a menudo aquí y les preocupaba lo que pasaba», explican los hermanos. En su memoria quedan las clásicas tertulias de médicos. Con el paso de los años, la clientela ha cambiado, «ahora tenemos un gran abanico de clientes, de todas las condiciones, pensamientos, edades y clases sociales». Pero, siempre han tenido una clientela fija, «no cuesta hacerla sino conservarla», señala Isaías. El secreto, según él, ser simpático con el cliente y ofrecer calidad.
Samantha Coquillat