Cerca de dos horas tardó en llegar el carro de la Beateta desde el Passeig Mallorca hasta el palco de autoridades instalado en el Teatre Principal. A las 20.50 horas, arropada por bastante público, una amplia representación política, entre ellas Maria Antònia Munar, presidenta del Consell y Catalina Cirer, alcaldesa de Palma, se puso en pie ante la Beateta cuando sonó la Balanguera y después el popular «Sor Tomaseta von sou».
Carrozas, entidades musicales, folclóricas y asociaciones de la Part Forana, dieron ayer un cálido homenaje a la única santa mallorquina, canonizada el 22 de junio 1930, a punto ya de celebrar el 75 aniversario, después de un sinfín de años siendo sólo «la Beateta». Detrás de ella esperan la gloria los beatos mallorquines Ramon Llull, sor Francinaina Cirer, Juníper Serra y Pere Gelabert.
Canonizada por Pío XI gracias, entre otros, a la enorme influencia que ejerció el cardenal Despuig, figura también representada ayer en el desfile, el nombramiento propició que el obispado diera orden a todas las parroquias de la Isla de celebrar la nueva. Ahí arraigó en toda Mallorca la devoción a «Sor Tomaseta», como comentó el rector de Sant Nicolau, Felip Guasp.
Uno de los momentos más entrañables de la procesión fue cuando el carro de la Beata llegó a la Plaça des Mercat. Una procesión que se venía celebrando el día de Santa Catalina, el 28 de agosto, y que por razones ajenas al recuerdo histórico y religioso, se ha pasado al 16 de octubre.
Allí, la fachada de la sacristía de Sant Nicolau se adornó con pinturas que recordaban la vida de la santa y la piedra en la que la leyenda cuenta que Santa Catalina estaba sentada cuando le comunicaron que había sido admitida en el convento de Santa Magdalena. Como manda la tradición, se recordó la escena y el carro de la Beata se detuvo ante la sacristía, donde se le lanzó dulces que ofrece cada año Bartomeu Amorós de Ca's Net. Allí estaban la madre y la abuela de Marta Robledo, que orgullosas decían «es la tercera 'beateta' de la familia».
No faltaron els dimonis que hicieron las delicias de la gente con sus correfocs y pasacalles; una escena que recordó la intervención de Sant Antoni cada vez que el demonio se le aparecía y le hacía trastadas.
El bien y el mal, a través de una leyenda popular en la que la presencia dominante fue la payesía mallorquina. No en vano Santa Catalina es una santa payesa: «Ben nostra», decían.
A lo largo de la jornada el Consell de Mallorca organizó también una muestra de baile a cargo del grupo Aires Sollerics delante de la iglesia de Santa Magdalena, y tuvo lugar una solemne eucaristía presidida por Bartomeu Tauler, vicario episcopal de Palma.
Concha Agustín
Foto: Serge Cases