Las islas Malgrat constituyen un pequeño paraíso ecológico en el litoral mallorquín como contrapunto a la sobreurbanizada costa de Calvià, donde se ubican. Su agreste perfil rocoso entre el verdor de su vegetación adquiere todo el encanto de la naturaleza en estado salvaje. Un conjunto litoral que se compone de dos islotes de atormentado relieve llamados es Malgrat, el mayor, que mide unos 2 kilómetros, y la Illa dels Conills, el más pequeño, que mide 0,5 y que, entre otras peculiaridades, posee variedades vegetales como la salsola soda, hierba de la que se extrae la sosa, muy rara en Mallorca.
Las islas Malgrat, en las que se hallan restos de cerámica romana, también destacan por una avifauna que utiliza este lugar, a salvo del elemento humano, como colonia para nidificar. Una alternativa escogida especialmente por las gaviotas, que dominan un entorno en el que también se inscribe un escarabajo endémico. Este enclave estuvo dominado en tiempos pretéritos por la presencia de la denominada Torre de Malgrat, edificada en 1584 en planta circular como puesto de defensa contra la amenaza de los ataques piratas sarracenos. Entre su armamento llegó a contar con un cañón, dos mosquetes, dos arcabuces y una espingarda. Demolida, su base acoge en la actualidad un espectacular mirador sobre las islas, en el que se encuentra como testimonio de su pasado defensivo un viejo cañón de hierro apuntando al horizonte.
Un pasado épico que ha dado paso ahora al turismo náutico, que a bordo de lanchas y golondrinas admira sus bellos fondos marinos y sus bravíos acantilados libres de cemento.
Gabriel Alomar