Los jóvenes y no tan jóvenes de Binissalem protagonizaron ayer, por quinto año consecutivo, una de las batallas más originales que se ha visto nunca, la batalla de racimos, un acto incluido dentro de las Festes des Vermar. El solar municipal junto al polideportivo sirvió de escenario para que más de un millar de jóvenes se lanzaran unas diez toneladas del fruto más típico de Binissalem, la uva, procedente de las viñas de la comarca y donadas por los viticultores para este espectáculo. La jornada comenzó a mediodía. A esta hora, los jóvenes se concentraron en el Ajuntament. Desde allí y acompañados por la música de los xeremiers se dirigieron hasta el campo de batalla. Tras el chupinazo de salida, los batalladores se arrojaron literalmente sobre los tres montones de uva preparados para ser arrojados, y comenzó la divertida batalla.
Ante la risas de los mayores, que prefirieron quedarse en un segundo plano para no marcharse de mosto, y el cachondeo de los jóvenes, la batalla se prolongó durante 30 minutos, siempre de manera divertida. En esta pelea campal todo vale. No hay reglas, el más valiente es el que más se ensucia. Los charcos de mosto que se formaban en la tierra sirvieron también para que los más atrevidos prosiguieran con la juerga, daba igual que los racimos se acabaran, había que apurar hasta la última gota de mosto.
Una vez finalizada la batalla, unas improvisadas duchas habilitadas para la ocasión sirvieron para que los luchadores del racimo se limpiaran un poco, una tarea imposible para algunos. Finalmente, vestidos de trepitjadors de raïm, degustaron una paella.
Elena Dávila