Aunque no soy futbolero, ni tampoco me importa mucho el balompié, me acuerdo a veces de aquel regreso desde Birminghan, donde el Mallorca perdió la final de la Recopa, que en una donde nos paramos a tomar un refrigerio reuní a un grupo de mallorquinistas, cincuenta o sesenta, y, conectando con un programa de televisión que presentaba en aquellos momentos Tomeu Terrasa, estaba Héctor Cúper, que con los jugadores había regresado a Palma en la víspera, pues la vuelta -como la ida- la habían hecho en avión. Y entonces, a la de tres que nos dio Tomeu, bajo una lluvia que arreciaba cada vez más, le cantamos aquello de «¡Cúper no te vayas, Cúper quédate!», y Cúper, según nos contaron, se emocionó mucho, pero no se quedó, y eso que semanas después, en el Casino, en el transcurso de la cena de los Siurells de Plata, el mismísimo Michael Douglas insistió: «Cúper, quédate». Pero él lo tenía claro. El Valencia había apostado por él y él por el Valencia.
Así que Cúper se fue a Mestalla y posteriormente al Inter de Milán, en el que militaba Ronaldo, de donde el invierno pasado le cesaron, pero como las cosas del fútbol en Italia en cuanto a entrenadores nada tienen que ver con las de España, Cúper sigue como trabajador del Inter hasta que el contrato que firmó con éste termine. Mientras, no olvida Mallorca, donde sigue teniendo casa. Anteayer le vimos en el Club de Mar comprando en el súper, hasta donde llegó en bici. Discreto y poco amigo de hacer declaraciones, a nuestro «buenos días, mister», respondió con otro «buenos días». Luego, tras hacer acopio de víveres, se perdió por la zona de pantalanes.