JAIME MOREDA
El toro que abría plaza, lidiado por Manuel Díaz «El Cordobés» fue
un ejemplar muy flojo de salida, pero que tras el tercio de varas
se vino arriba. Con la muleta, el diestro andaluz realizó una
destacada faena, aprovechando la alegría en la embestida del
animal. Logró tres buenas series con la mano derecha para
posteriormente torear al natural después de un torero cambio de
mano. Lástima que sucumbiera al tremendismo y acabara esta notable
faena con los saltos de rana. Mató de una estocada caída y le fue
concedida una oreja.
A Víctor Puerto le correspondió en suerte un enemigo que parecía idéntico a su hermano, pero que no rompió. Las ganas de Puerto se vieron frenadas por la flojedad del astado. Sólo algunos pases de cara a la galería animaron al respetable. Mató de una media y la faena fue sobradamente premiada con un apéndice. En el tercero de la noche sorprendió que «El Juli» no ejecutara el segundo tercio. Hasta entonces nada destacable. Con el tergal, el torero madrileño se mostró tan soso como su oponente, a quien le costaba una eternidad tomar el engaño. Abrevió el diestro madrileño y finiquitó la faena con un estocazo y un descabello. Sin duda, lo mejor de su apagada faena. Su labor fue silenciada.
«El Cordobés» salió muy decidido. Con la plaza entregada brindó al público y comenzó su faena de muleta de rodillas en tablas. Lo que no se entiende es que citara de tan lejos en la faena, llegando a tener que dar más de diez pasos para que el toro embistiera. Con decir que lo más destacable de su faena fue un par de besos en la testuz y un desplante a pecho descubierto, con el animal medio muerto de flojera, está todo dicho. Mató de una estocada y, ¡oh, sorpresa!, el presidente le premió con dos orejas. No es de extrañar que «El Cordobés» adore Mallorca. Ni su mujer debe de ser tan generosa con él.