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¿Hay que pagar al guardacoches en zona de ORA?

Hay quienes aseguran que están allí sólo por la voluntad, sin pedir nada, mientras que otros...

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PEDRO PRIETO
Cuando todos pensábamos que la ORA iba a terminar con los guardacoches, o aparcacoches, resulta que no. Ahora tenemos ORA, lo que supone pagar a tanto el minuto por aparcar, y aparcacoches, a alguno de los cuales si no le das una propina te rayan el coche, con lo cual la ciudadanía en general, a la hora de dejar sus vehículos en zonas de aparcamiento tarifado con aparcacoches, o se rasca el bolsillo o se expone a una raspadura. Y la autoridad competente, como no hay una ordenaza que regule esta cuestión, sin poder actuar. Pues nada, a crear esa ordenanza ya.

Por lo que pudimos observar a lo largo de la batida que hicimos a través de diversas calles, es que no todos los aparcacoches actúan de la misma manera.

Los hay, como Gervasio, a la vera de Es Baluard, suelen ser personas marginadas que se tienen que buscar la vida y que ven en lo de aparcacoche una de las formas para conseguirlo. «Yo no les pido nada a los propietarios de los clientes -nos dice Gervasio-; si ellos me dan, lo acepto y se lo agradezco, si no, ¡qué le vamos a hacer! Pero yo jamás he rayado un coche por no recibir una propina. Yo me saco quince o veinte euros para comer y para una caja de tabaco y como vivo en un chupano no tengo problemas». Miguel Angel está también en este grupo. Vive en un centro de acogida y desde hace seis años es el guardacoche de una calle de los alrededores de la clínica Rotger, calle de ORA. «Yo recibo una propina de quien me la quiere dar; nunca pido nada. Estoy aquí porque me gusta el lugar y la gente. Tampoco rayo coches de los que no me dan nada. Pregunte a los vecinos y verán lo contento que están conmigo».

En la calle Rubén Darío, está un joven alto, con coleta. Reconoce que tuvo problemas con la droga, y que ahora está en tratamiento con metadona y que «si estoy aquí, ayudando a aparcar, es para sacarme algo que me permita ir tirando». A quien aparca el coche en el hueco que le indica, suele irle a buscar el ticket del ORA. «Si luego él quiere darme algo, se lo agradezco, si no, no pasa nada». Y apostilla. «Antes aquí sólo había uno de nosotros; ahora estamos otro y yo. El me ha cedido esta parte de calle».

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