Amargo como la vida, dulce como el amor y más dulce como la muerte». Bajo este proverbio popular, los saharauis preparan los tres vasos de té que se debe beber según marca la tradición. Lejos de su hogar, Saleh domina la técnica para elaborar esta infusión típica del pueblo musulmán y gracias a ello se siente más cerca de los suyos. Sus ojos radiantes recuerdan una cueva profunda de oscuridad que ha sido despertada por un rayo de luz. Su tez morena realza la blancura de sus dientes, de sus ojos y de sus uñas, que nos transportan a la pureza de la infancia.
Saleh Lessen y Alyen Mohamed, de 10 y 11 años respectivamente, son dos de los 150 niños saharauis que pasarán las vacaciones de verano en la Isla con familias de acogida, gracias a la iniciativa de la Associació d'Amics del Poble Saharaui. Para Saleh este es el tercer año que viene a Mallorca y el cuarto en España (el primer año estuvo en Alicante). La familia Coll-Pérez ha sido desde el principio la encargada de acogerle durante el estío, incluso el pasado invierno ellos se trasladaron hasta el Sáhara para conocer a su familia biológica. A su llegada a la Isla, el pequeño Saleh comentó que venía a ver a su «madre de España». Un entrañable gesto que refleja claramente la unión que existe entre Saleh y su familia de acogida.
Timidez
Para Alyen, ésta será su primera experiencia. Con la timidez
sellada en su cara y cierta desconfianza provocada por el
desconocimiento de la lengua española, Alyen todavía se encuentra
en pleno período de integración. Tiene mucho terreno ganado, ya que
su padre de acogida, Xisco Coll, es hermano del padre de acogida de
Saleh y viven puerta con puerta; por lo que este último le hace de
traductor. Saleh domina nuestro idioma porque lo estudia en el
colegio. Ante el sentimiento de soledad y desconcierto que sentía
los primeros días, Alyen prefería dormir con Saleh. Ahora, poco a
poco, se hace cargo de la situación e intenta integrarse. Además,
los saharauis que pasan sus vacaciones en la Isla suelen reunirse
en fiestas que organiza la asociación para que compartan sus
experiencias. Mari Carmen Coll, madre de acogida de Saleh, comenta
que la norma básica para que no haya un problema de convivencia es
respetar las tradiciones del niño, «sobre todo las que tienen que
ver con su religión, como por ejemplo no comer cerdo o rezar». Si
se cumple esta regla, la vida en común será lo más parecido a la de
una familia normal.
(Pasa a la pág siguiente)*