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Editorial

El papel de la OTAN en Irak

La explosiva situación en la que ha desembocado Irak tras la guerra emprendida por las tropas estadounidenses y británicas para derrocar a Sadam Husein va a requerir de los esfuerzos de todos para alcanzar una normalidad más que deseada. Devolver la soberanía a los iraquíes es un paso importante, sin duda, pero para ejercer el Gobierno en condiciones es preciso garantizar la seguridad, y para ello es necesario contar con fuerzas policiales y militares efectivas. A esto responde el principio de acuerdo anunciado por el secretario general de la OTAN en la cumbre celebrada en Turquía. En respuesta a la petición del primer ministro iraquí, los miembros de la Alianza Atlántica podrían prestar su apoyo para la formación del nuevo Ejército de aquel país, aunque deberían concretarse aún muchos aspectos de esta iniciativa, debido a que aún existen algunas sensibles discrepancias en el seno de los miembros de la OTAN. Existen posturas mucho más acordes por lo que se refiere a la lucha contra el terrorismo o a la presencia militar en Afganistán.

En estos momentos en los que la violencia, los atentados y los secuestros son una constante diaria en Irak, es evidente que, desde la comunidad internacional, debe prestarse el apoyo suficiente al nuevo Ejecutivo que asumirá en breve el poder, pero también debe hacerse desde la reflexión y sin excesivas precipitaciones.

La tarea no es fácil y, dadas las distancias que ha marcado este conflicto entre EEUU y la Vieja Europa, los puntos de encuentro tampoco se pueden alcanzar fácilmente. Sin embargo, ése debe ser el objetivo con vistas a que los ciudadanos de Irak puedan vivir en paz y libertad lo antes posible y sin la presencia de tropas de ocupación.

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