En es Pont d'Inca, Marratxí, existe un problema de escolarización tremendo, que el tiempo está viendo pasar sin ponerle solución. Algo más de cien niños de Enseñanza Infantil no tienen escuela. Bueno, sí, tienen una que todavía no se ha construido, y mientras tanto se ubican en un local del Ayuntamiento que carece prácticamente de todo. «Cuando llegamos aquí en el curso 2002-2003, el centro (?) carecía de todo. Había unos 20 cuentos y muy pocos juguetes, por lo que los padres tuvimos que aportar cuentos, puzzles y más juguetes, ya que la Conselleria se desentendía al confundir este centro con el de Blanquerna. Creamos, además, una APA con el fin de solicitar la construcción del colegio, pero nos encontramos con numerosos problemas, aunque con la promesa de que para el curso siguiente la edificación del nuevo centro estaría en marcha. Pero al producirse el cambio político, el colegio no se construyó. Nos han dicho que los planos aprobados por el anterior Ayuntamiento están ahora en la Conselleria a la espera de ser revisados. Y cuando les den luz verde, deberemos esperar a que antes se termine de construir el centro Gabriel Janer Manila, también de este término».
Mientras tanto, ya decimos, las cosas están igual o peor que en 2002-2003, con la particularidad de que en el curso 2004-2005 empeorarán, ya que los padres han sabido que la población infantil ha crecido en esa zona en 100 niños, «que tendrán que venir aquí, y si ahora ya no cabemos, ¿qué pasará entonces?», se preguntan los afectados. Con los padres recorrimos parte del centro, obsoleto casi en su totalidad. Las ventanas o no cierran o están a punto de caerse, la pintura de las paredes, lo mismo, y encima varias de ellas están recorridas por grietas, algunas alargadas y profundas. Cuando llueve, se inundan las aulas. El pasillo que comunica la entrada con el patio ha sido habilitado como aula de psicomotricidad... El centro cuenta con cuatro profesores, dos de ellos pertenecientes al centro Blanquerna, que además les presta el comedor, para lo cual los niños tienen que desplazarse en un autocar, pues éste, ecolegio fantasma, está a casi dos kilómetros de distancia. Los padres de los niños que asisten a este colegio preguntan a los políticos si tienen conocimiento de su existencia, y si es así, si estarían dispuestos a llevar a sus hijos. Seguro que no.
Pedro Prieto