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Colosal

El ´Queen Mary 2´ convierte en un majestuoso espectáculo su llegada a la bahía de Palma

El gigantesco transatlántico de casi 150.000 toneladas pasó catorce horas en Palma.

El Queen Mary 2, una auténtica ciudad flotante sin precedentes en los anales de la historia naval, brindó ayer su primera visita al puerto de Palma. Un acontecimiento recibido a las nueve de la mañana por pequeñas embarcaciones de recreo cuyas bocinas de bienvenida fueron contestadas con el sonido atronador de la clásica sirena de vapor procedente de su antecesor, eQueen Mary de 1936. Las medidas de seguridad ocuparon todo el área de los muelles de Poniente con abundante presencia de la Guardia Civil en tierra y mar, mediante lanchas. La afluencia de gente motivó también un colapso del tráfico rodado y peatonal en los accesos a las estaciones marítimas, que debieron absorber el tránsito de los 2.600 pasajeros del gigante que se sumaron a más de un millar procedentes de otro crucero y sus tripulantes. Nada más pisar tierra los turistas, entre los que se encontraban algunos madrileños, se dispusieron a tomar los autocares para realizar las excursiones programadas a la ciudad, la Fundació Miró, Valldemossa, La Granja e incluso un vuelo panorámico en helicóptero de dos horas de duración.

La visita motivó la celebración a bordo de la tradicional entrega de la metopa conmemorativa por parte del presidente de la Autoritat Portuària, Joan Verger, al capitán del buque, Paul Wright, a la que asistieron entre otras autoridades la presidenta del Consell Insular, Maria Antònia Munar; la alcaldesa de Palma, Catalina Cirer; y el conseller de Turisme, Joan Flaquer, junto a los agentes consignatarios de Lantimar, seguida de una comida a bordo en el restaurante Todd English dirigido por un prestigioso chef y de una visita a sus doce cubiertas para el pasaje, entre las que se encuentran desde camarotes de 18 metros cuadrados hasta las grandes suites dúplex de más de doscientos metros cuadrados y servicio de mayordomo. El 75% dispone de balcón privado y los precios para una semana de crucero oscilan entre 2.000 y 60.000 euros. Eglamour y el lujo de antaño ha sido recreado de forma minuciosa a bordo en algunas estancias como el restaurante Britannia, de doble altura, o el gran atrio con su escalinata bifurcada.

Su estancia en Mallorca finalizó a las once de la noche en que su enorme mole se dispuso a zarpar rumbo a Barcelona y continuar el crucero con destino a Marsella, Civitavecchia, Málaga y Lisboa, antes de regresar a su puerto base en Gran Bretaña, Southampton. Cunard Line, la compañía armadora con 160 años de historia desde su fundación por Samuel Cunard, que cuenta con un salón a bordo en su memoria, ofrece el inconfundible estilo inglés en lo que se refiere a servicio y ambiente, destacando eQueen Mary 2 por el espacio en relacion al número de pasajeros (2.620) y tripulantes (1.253). La visita a bordo brindó la posibilidad de imaginar por unas horas la formidable experiencia de navegar en el transatlántico mayor de la historia y que acoge el primer planetario instalado en un barco, un teatro con capacidad para 1.094 plazas, un atrio de seis cubiertas de altura, casino, un típico pub inglés que elabora su propia cerveza, un restaurante con capacidad para 1.347 pasajeros, centro de tiendas, un gran salón de baile, un nostálgico night club, un gimnasio, un spa de 1.800 metros cuadrados con piscina de talasoterapia, saunas, tratamientos de barro, yoga y Tai-chi, un jardín de invierno donde se sirve el té de la tarde, varios comedores de sabor italiano, asiático e inglés, dos grills exclusivos, una biblioteca con 8.000 volúmenes, cinco piscinas y catorce bares.

Gabriel Alomar

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