Desde ayer, la recién creada policía turística patrulla por la Platja de Palma. Salvo por el escudo, no se diferencian de la local. Por espacio de dos horas estuvimos patrullando con una de las parejas. Ellos son Luis Marco y Ada González. Luis, antes que guardia, fue chófer de autocar, y Ada, camarera y azafata de vuelo (Air Europa y Hola). Forman parte del grupo de doce guardias destinados a Palma y su misión es velar por que todo funcione; o dicho de otro modo, erradicar cuanto vaya en contra de la norma y, por supuesto, prestar atención al turista, para que sus vacaciones discurran sin sobresaltos. Así que, trileros, descuideros, vendedores de fruta y toda esa fauna organizada que aparece de pronto dispuesta a hacer su agosto a lo largo del verano a costa de ellos, que se eche a temblar. Día y noche van a estar controlados, este año más que nunca.
Estos agentes no llevan armas; sólo un spray, una porra y unas esposas. Y un par de piernas en condiciones para echar a correr cuando sea necesario y conocimientos de defensa personal. Saben también hablar inglés y a ello han dedicado 50 de las 300 horas que ha durado el curso (otras 50 han sido para educación física). «Pese a que en la Platja de Palma casi todos son alemanes -dice Ada-, la mayoría hablan, o entienden, el inglés».
Gran parte del tiempo que estuvimos con ellos se lo pasaron informando de su cometido y ofreciendo sus servicios a los turistas, que recibieron con agrado la noticia. Y en una ocasión hablaron con el vigilante de la playa, cuyo servicio también dio comienzo ayer. «Iremos también por segunda y hasta por tercera línea. Por donde sea necesaria nuestra presencia», explican. Por turnos, van a estar trabajando dos días y descansando uno. De momento van de largo, pero en verano sustituirán los pantalones largos por unas bermudas, y las prendas superiores, camisa o chaquetilla, por otras más frescas. Así que si los ven, cuenten con ellos para lo que gusten. Son sus amigos.
Pedro Prieto