Temps de tondre viene a significar tiempo en que se esquilan las ovejas, que, como cada año, coincide con los primeros calores de la primavera. Con ello se consiguen dos cosas: hacer más llevadero el buen tiempo a las ovejas y ponérselo difícil a las garrapatas y demás parásitos amigos de la lana. Porque de sacarle provecho a ésta, nada de nada, ya que el beneficio que reporta la venta no alcanza para pagar lo que cuesta esquilarlas.
Estuvimos ayer en la finca de sa Porrassa, donde un grupo de polacos, a base de maquina eléctrica -al estilo australiano- tenía que esquilar alrededor de quinientas ovejas. Estaba claro que quien mandaba la colla de esquiladores era el más diestro, el que más sabía, el que más esquilaba. «En un minuto -comentó alguien- esquila una. Y eso que como hace viento, las ovejas no sudan, y con la piel seca cuesta más».
El encargado de la finca nos estuvo explicando que hoy no es rentable la venta de lana. «Si la pudiéramos quemar, cosa que no es fácil, ya que la lana arde muy mal, seguro que ganaríamos aún más que vendiéndola, pues para venderla hemos de recogerla en sacos, empaquetarla y transportarla, ¿y saben a cuánto nos pagan el kilo? ¡A 35 de las antiguas pesetas? Una miseria. Porque una oveja que tiene kilo y medio de lana, lo que te reporta unas 45 pesetas, nos cuesta esquilarla unas 220. Ya ve usted qué negocio. Y menos mal -añade- que las están esquilando al estilo australiano, con maquinilla y sin atarlas, con lo cual nos economizamos el jornal de tres o cuatro personas más, que serían las que las atarían. Y eso es dinero que nos ahorramos».Pedro Prieto