Uno no deja de reír al hacerse viejo, sino que se hace viejo de no reírse». Ésta es una de las frases que utiliza Caty Escandell para iniciar su clase de Risoterapia, una técnica para mejorar la salud tanto física como psíquica de quien la practique, y que emplean organizaciones como la Sonrisa Médica o en situaciones como las creadas con las recientes víctimas del 11-M de Madrid. «En esta sociedad en que vivimos cuidamos el exterior, pero no el interior, y tendemos a considerar más a las personas serias. La risa viene en un medio de conocidos, amigos. Con la risoterapia no importa el entorno en que te encuentres, es reír por reír».
Para ello, en seminarios de dos horas de duración, los asistentes aprenden a reír, a abrir el diafragma con ejercicios de respiración y relajación con los que se intenta consiguir desconectar de la actualidad y la aceptación de uno mismo, perdiendo el miedo al ridículo. A lo largo de la clase uno se da cuenta de que la risa no es tan cara como a veces parece, y con un ejercicio tan simple como es el pronunciar tu propio nombre sin vocales, las carcajadas estallan, lo que equivale a poner en marcha 400 músculos de nuestro cuerpo.
La espiga es otro de los puntales de esta técnica; en ella se sitúa el lado más oculto de cada persona (la nuca) sobre la parte más íntima de la otra (el ombligo). Las vibraciones que genera cada persona al reír se introducen en la otra a través de las cervicales, ayudando a la relajación. En definitiva, la risoterapia es un modo de volver a la niñez, dejando a un lado las prisas y la hipocresía, viendo lo positivo del día a día. Los seminarios se realizan en Bahía Grande los domingos y son gratuitos. Si desean vitaminarse de carcajadas encontrarán información en www.catys-risoterapia.com
Lydia E. Larrey