Alejandra Luque es presidenta del Consejo territorial de la ONCE. Siempre ha considerado que los invidentes han tenido tres clases de problemas para su plena adaptación en sociedad: barreras físicas, mentales y de acceso a la información.
Antes de las elecciones del 14-M, un policía le informó que tenía que ser presidenta de una mesa electoral en el colegio Luis Vives. «Es la hora de superar todas las barreras», pensó Luque. Esta decisión precipitada se tradujo luego en prudencia: «¿Estoy realmente capacitada para ello, para todo lo que implica?». Después de analizar bien la situación, concluyó: «Sí, lo haré». Luque asegura que «lo primero que hice fue consultar la ley electoral española para ver si permitía que personas con incapacidad estuvisen al frente de una mesa. No se decía nada al contrario. La segunda cosa: Evaluar las tareas que tenía que hacer. Llegué a la conclusión que con el material tiflotécnico necesario podía acceder a la información. Como tengo un resto visual, puedo leer en condiciones muy especiales. Con una telelupa puedo ampliar los documentos hasta el nivel que quiero. En tercer lugar, decidí llevarme a una persona de apoyo para posibles contingencias. Al final todo fue estupendamente. La Junta Electoral de la zona de Via Alemania quedó gratamente sorprendida. Los vocales y los interventores se portaron muy bien, colaborando todo el tiempo. Como soy capaz de distinguir los colores -blanco para el Congreso, beige para el Senado- no tuve problemas. Con la tarjeta censal me defendí bien con las lupas. Había gente que se mostraba sorprendida».
Aunque todo fue muy bien, Luque asegura que «hubo algunas dificultades, especialmente cuando tuve que hacer el escrutinio. En primer lugar, para contar los votos del Senado, me encontré que la papeleta era más inaccesible, ya que a veces las cruces se encuentran dispersas. Tuve que rastrear más con las lupas y ello me supuso una gran dificultad adicional. Pero la dificultad mayor la tuve con la cumplimentación oficial de la mesa, con el acta de escrutinio y el acta de constitución. Problemas: la documentación volvía a ser inaccesible, los formatos eran de A3 y el formato para la telelupa es de A4. Había tramas grisáceas, no podía cumplimentar las casillas del acta. Me era muy difícil, y tuve que pedir ayuda a la persona de apoyo. ¿Cómo se solucionaría todo esto?. Pues haciendo un formato accesible, más pequeño y con formatos de tinta más contrastada. Además, si los documentos se facilitasen a un disquet no habría problemas, ya que lo podría meter en mi portátil, un ordenador adaptado especialmente para incapacidades visuales que emite por voz la información». El balance final de Luque, pese a ser positivo, no esconde críticas: «He demostrado que se puede hacer. Aún faltan muchas cosas que mejorar para que los incapacitados podamos hacer una vida normal en sociedad».