Los próximos pasos de José Luis Rodríguez Zapatero serán analizados por todos con lupa y por eso, al parecer, el próximo presidente del Gobierno ha decidido tomarse las cosas con calma y hacerlas bien, no vaya a ser que un error desinfle la burbuja de ilusión que ha despertado en buena parte de la población. Sin duda, en el ámbito de los asuntos exteriores estará una de las claves de la actuación de Zapatero.
Tradicionalmente se ha considerado la cartera de Exteriores como una de las más atractivas, aunque a la mayoría de la ciudadanía los asuntos que se tratan en ella puedan parecerle demasiado lejanos y «diplomáticos». Sin embargo, en el mundo globalizado en el que vivimos la figura del jefe de la diplomacia de un país resulta determinante.
Ya se da prácticamente por seguro que Miguel Àngel Moratinos será quien ocupe este puesto, descartado ya Javier Solana. Se trata de una acertada decisión, pues Moratinos ha sido enviado especial de la Unión Europea a Oriente Medio, con lo cual conoce bien de cerca uno de los puntos calientes del globo.
Pero no será el único. Asuntos preocupantes llenan la agenda que deja Ana Palacio, una ministra de Exteriores que no ha gustado a casi nadie. El enfrentamiento con Marruecos, ahora suavizado; las debilitadas relaciones con aliados tradicionales, como los países latinoamericanos; los vapuleados vínculos históricos con los países árabes; la reubicación de nuestro papel en Europa, descolocado; el delicado tema de las tropas en Irak; la relación bilateral con Estados Unidos...
Mucha diplomacia y mucho esfuerzo harán falta para consolidar la posición mundial que tenemos y para ganar algunos puntos en los casos en los que el Gobierno del Partido Popular no ha sabido estar a la altura.