Chinchilla 2004 nos recibió con lluvia, que con el paso de las horas se transformó en tiempo grisáceo y frío, lo cual no impidió que las unidades de Balears que participan en ella (Regimiento de Infantería Ligera Palma 47, Unidad de Apoyo Logístico LXXI, Unidad de Ingenieros nº 14, Unidad de Transmisiones nº 14 y Sección de Defensa Antiaérea Ramix 91) llevaran a cabo el programa del día, que según nos explicó el coronel Rial, responsable de estas maniobras y jefe del Regimiento de Infantería Palma 47, comprendería: tiro de morteros, ataque a una colina por parte de la Infantería, tiro de dos misiles (Milán y Tow), defensa antiaérea (sección Mistral) y prácticas de explosivos, con el correspondiente parón a mediodía para almorzar.
En realidad, fueron unas maniobras, salvo el último apartado,
parecidas, por no decir iguales que las de Chinchilla 2003. Incluso
nos atreveríamos a decir que gran parte del contingente humano era
el mismo.
De atacantes a atacados. Tras un desayuno en la cantina, al frente
de la cual estaba dos mallorquines, el soldado Miguel Morey, de es
Pont d'Inca, y la cabo Maite Mundín, vasca, de Vitoria, pero
destinada en la Isla desde hace seis años, en el que no faltó la
Nocilla y las pastas, nos pusimos en marcha. Lloviznaba y hacía
frío. En jeeps, a través de pedregosos y empinados senderos de
aquella inmensa finca de 240 kilómetros cuadrados de superficie,
nos acercamos hasta la loma desde donde se planificaban y dirigían
los ejercicios de mortero, de 81 y 120 mm., que se diferencian
entre sí no sólo en el tamaño sino en el alcance -2.000 metros por
4.000 en tiro efectivo, respectivamente- y en el tiempo que tardan
en recorrerlo, 39 segundos el de 120 y algo menos el de 81.
Según nos explicó el teniente coronel Ramis, a través del gognómetro se puede rectificar la trayectoria del tiro. Es una operación que en el ataque real debe hacerse con extremada rapidez, ya que los morteros suelen ser detectados fácilmente por los radares, lo que les convierte en un objetivo fácil para el enemigo, con lo cual, de atacantes se convierten en atacados. En realidad, lo que estamos viendo son por separado las piezas del puzzle de la maniobra, las partes de un todo, o si lo prefieren, la guerra troceada. Porque mientras se está produciendo el ataque de Infantería, que veremos más adelante, los morteros que están a doscientos metros bajo nuestros pies, sobre el llano, les van abriendo el camino, al igual que los misiles Milán y Tow o el lanzagranadas LGA 40, instalados sobre el camión Rebeco, imprescindibles para batir objetivos a distancias relativamente cortas, o los mismísimos antiaéreos de la sección Mistral.
Pedro Prieto (Chinchilla)