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Editorial

Jesús Murgui, obispo de Mallorca

Monseñor Jesús Murgui inició ayer su pontificado al frente de la Iglesia de Mallorca. Miles de fieles le acompañaron en su toma de posesión, mostrándole su afectuoso reconocimiento como máximo representante de la Iglesia católica en la Isla. Había una gran expectación. No se puede pasar por alto la extraordinaria influencia de un obispo, incluso más allá de lo estrictamente religioso. Primeras autoridades y representantes de la sociedad civil se sumaron a una bienvenida muy esperada, que no sólo contó con una nutridísima asistencia de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, sino también de representantes de confesiones no católicas. Todos quisieron estar presentes en tan solemne ceremonia, perfectamente organizada, en la que el idioma utilizado fue el catalán con algunas intervenciones en castellano, en deferencia a los invitados de fuera de la Islas y de quienes no conocen la lengua propia de las Islas.

Mallorca -su nueva patria, como dijo monseñor Murgui- le ha abierto los brazos. En su primera homilía ya como obispo de esta Diócesis quiso dejar bien claro que es la Iglesia de Mallorca la que toma posesión de su obispo, de su persona, y no al revés. Jesús Murgui comienza una nueva etapa, sucediendo al recordado Teodor Úbeda, un obispo muy querido y el que ha gobernado la iglesia de Mallorca durante más años. No cabe duda de que el pontificado de Jesús Murgui será distinto. Los tiempos cambian y es lógico que el nuevo prelado dirija la Iglesia mallorquina con su estilo propio. Pero tanto de sus primeras palabras al ser nombrado como de las pronunciadas ayer en su homilía -muy cuidada y medida, con sentidas palabras para cuantas personas le acompañaban en ese emotivo acto- no cabe inferir que se vayan a producir cambios radicales. Antes de tomar sus primeras decisiones se tomará un tiempo prudencial para conocer cómo es su nueva diócesis y su nueva tierra.

Monseñor Murgui pidió que la Iglesia mallorquina sea «sensible a toda forma de sufrimientos y de pobrezas, amante de los valores propios y acogedora hacia tantos que provienen de los más diversos lugares del mundo». Son hermosas palabras para iniciar un camino de servicio a una comunidad.

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