Por decimocuarto año consecutivo se celebró, en la mañana de ayer, el concurso infantil de disfraces de Marineland, siendo su denominador común la creatividad y la originalidad. Porque se puede decir que esta vez sí, que los trajes artesanales superaron con creces a los adquiridos en tiendas especializadas, contra los que no tememos nada, pero a los que siempre los jurados valorarán menos que los que se hacen a mano, previo diseño y, a su vez, previa invención u ocurrencia. Como por ejemplo el de «El tabaco mata», pura crítica al tabaquismo y sus consecuencias, que aunque sin premio, fue un disfraz excelente.
Así pues, en una mañana muy soleada, se dieron cita en el parque acuático de Costa d'en Blanes más de 350 niños disfrazados que por espacio de casi una hora desfilaron ante el jurado calificador, que no perdió comba, y también ante unos asombrados delfines que desde la piscina, con medio cuerpo fuera, no se quisieron perder el espectáculo. Ganó, con todo merecimiento, pensamos, el de la catedral de Palma -sobre ruedas- y el obispo, ataviado para las grandes ocasiones. Todo un alarde de originalidad y, por qué no, oportunismo, ya que el nuevo obispo de Mallorca, monseñor Murgui, está al caer un día de estos. Este premio supuso un viaje para tres personas a Tenerife.
El segundo premio fue para el director de cine Sergi Villegas, con silla y máquina a punto, entre sus numerosas producciones cinematográficas esparcidas alrededor, y el tercero, para «Visión Mágica», de Aina Moya. En cuanto a «Los plátanos», de mucho colorido, por cierto, integrado por tres plátanos y un platanito, éste de cortísima edad, se llevaron el premio de comparsa; el premio al disfraz más joven recayó en «Los tres cupidos»; el más creativo, a «La bañera», mientras que «El pavo real» se llevó el de la originalidad.
Pedro Prieto