Los musulmanes de todo el mundo celebraron ayer la Fiesta del Cordero, una de sus tradiciones más ancestrales. Y los musulmanes de la Isla no iban a ser menos. Fue el caso de la familia Lharriri -Fátima y sus hijos, Omar y Anás; su hermana Soat, su sobrino Hicham; el hermano Aziz, que ejercía de patriarca; su amigo Hassan y su amiga española Nani-, que lleva 14 años residiendo en Palma y, pese a que se han integrado perfectamente en la sociedad mallorquina, continúan celebrando sus costumbres.
La del cordero, después del Ramadán, es la celebración más importante incluida en el Corán, libro sagrado de los musulmanes que obliga a cada padre de familia a matar un cordero en este día siguiendo los dictados de Abraham. Esta festividad, denominada «Aid-El kebir» en su forma popular -Aid al Adha oficialmente-, se celebra tres meses después del Ramadán y es precedida por el «Bakrid namaz» o plegarias. El origen de esta fiesta proviene del Antiguo Testamento. Abraham -Ibrahim en árabe-, fundador del pueblo árabe, tuvo dos hijos, el primogénito Ismael e Isaac. Ismael fue ofrecido en sacrificio por su padre como prueba de su amor por Alá, quien perdonó la vida del hijo de Abraham a cambio de la de un carnero, permitiendo de esta manera que el pueblo árabe se perpetuara a través de él. En el día de la Pascua musulmana se sacrifican corderos en su recuerdo.
Es la fiesta mayor de la religión musulmana, que festeja el establecimiento de la ley que protege la vida humana y la fusión del ser puro del hombre con sus anhelos de perfección. Según comenta Fátima, en esta fiesta la tradición consiste en levantarse por la mañana, ducharse y ponerse ropa nueva. Posteriormente, los musulmanes se reúnen en la mezquita, donde por grupos se rezan y cantan versículos del Corán. El imán de la mezquita les acompaña en la oración, y desde su oráculo, relata parábolas de su religión. Luego vienen los saludos y las reconciliaciones. Tras este acto, se dirigen a sus casas, donde se reúnen con sus familias. Los hombres sacrifican un cordero en el nombre de Alá, dirigiendo la cabeza del animal en dirección a La Meca. Luego, se prepara la fiesta en espera de que venga la cena y se sirven comida y dulces en abundancia.
Las normas coránicas establecen que el acto de dar muerte al animal le corresponde al padre de familia o en su defecto el que ejerza de patriarca, asestando una cuchillada limpia en la yugular para evitar dolor al cordero. Los productos de casquería se consumen el mismo día de la fiesta, asados sobre parrillas y brasas. El animal se divide en tres partes. La primera se consume en los tres días que dura la fiesta; la segunda se congela para posteriores celebraciones y la tercera se dona a los pobres.
Samantha Coquillat