A pesar de los negros nubarrones que, como un visitante inoportuno, se pasearon a lo largo de todo el día de ayer sobre el cielo de Palma, al final sólo llovió al mediodía, así que, afortunadamente, pudo desarrollarse el «Aiguafoc» tal y como estaba previsto, o casi, ya que empezó con unos pocos minutos de retraso, los justos para provocar un ligero desasosiego entre algunos asistentes.
Lo cierto es que en estos últimos años los palmesanos empezamos a tener casi siempre el corazón en un puño cada vez que se acerca el 20 de enero, pues hay incertidumbre por conocer si va a llover o no, por saber cuál es el mejor lugar para poder disfrutar del «Aiguafoc», por averiguar dónde se puede aparcar el coche, por descubrir si el espectáculo será igual al del año anterior o distinto, por confirmar si todo saldrá bien o si algún cohete viajará por su cuenta y riesgo, por conocer cuántos espectadores habrán acudido finalmente a ver el espectáculo, por saber en qué posición se encontrará el Real Mallorca en la Liga o por descubrir si hará un frío mediterráneo o un frío polar, o una combinación de ambos.
Claro que no todos los ciudadanos que acuden a ver el espectáculo parecen estar poseídos por las mismas dudas de carácter más o menos existencial. «No li trob la gràcia», comentaba ayer un palmesano a su mujer, con cierta decepción, mientras otro le decía a su pareja: «Això sempre és el mateix». Pese a estas razonadas críticas, no parece arriesgado afirmar, con Alejandro Sanz, que «no es lo mismo», o al menos no se lo pareció a los más de doscientos mil ciudadanos -trescientos cincuenta mil, según fuentes de la Policia Local- que contemplaron con suma atención el espectáculo.
Josep Maria Aguiló