Ni los cuarenta grados de temperatura de la sala en la que UM celebró el debate ni la ponencia crítica ni siquiera derramar una copa de agua sobre el discurso de clausura descompone lo más mínimo a la presidenta de UM, Maria Antònia Munar. El soberbio escenario montado por los nacionalistas para escenificar la triunfal victoria de la presidenta sólo tuvo un fallo: el atril no era apto para dejar encima un vaso de agua, así que, cuando la presidenta lo intentó, toda ella cayó derramada sobre un discurso que quedó en papel mojado. ¿Un atril del sector crítico?
Ya que estamos de críticos, los de UM, como los de casi todos los partidos, pierden las votaciones, pero ellos además pierden hasta la cartera. El alcalde de Porreres, Joan Sastre, se la dejó olvidada en una mesa, pero una cosa quedó clara: UM es gente honrada. Por muy crítico que se sea, el alto cargo del partido Maximilià Morales la recogió y se la devolvió con visa incluida. Plata, por cierto, nada de visa oro. Pese a lo que algunos dicen, también en UM hay mucho pueblo.
Los de UM, además de honrados, son discretos. No les gusta que sus debates se ventilen a los cuatro vientos así que los periodistas acreditados para cubrir el congreso llevaban la acreditación colgada de una discretísima cinta naranja. Con semejante reclamo, era misión imposible acercarse a menos de dos metros de la puerta donde se celebraba el debate sin que alguien de la organización diera el alto.