El tiempo pasa que es una barbaridad. No hace mucho que hemos guardo el bañador y la camiseta de manga corta y ya está llamando a la puerta la Navidad. La ciudad ya esta iluminada, desde hace meses -pero ahora más-, se ven números de la lotería navideña por todas partes; se nos cruza algún que otro Papa Nöel, o cuando menos, alguien con su gorro. Y aparecen los belenes. Como el de Antonio Mojarro, funcionario de la delegacion de gobierno, quien por las tardes, en sus ratos libres, quien tras haber comprado las figuritas de escayola las ha ido pintanto --¡y de que manera de bien!- consiguiendo un magnífico Belén que ha montado en una de las habitaciones de su casa.
Un Belén que este año, por cambio de ubicación, se le ha quedado un tanto reducido en cuanto a tamaño, que no en figuras. Los Reyes Magos, de momento, se han quedado fuera, «a la espera de que llegue su día, que será cuando los coloquemos frente a la cueva», dice Antonio, pero que no deja de ser bello, y en el que no falta de nada, pues el río tiene agua, del horno sale fuego, y hay luces en distintos puntos. ¡Ah! y en algún lugar, suenan los tradicionales villancicos.
-Lo hago con figuras grandes desde hace cinco años, ya que cuando mis nietos eran pequeños lo hacía con figuritas más pequeñas. Aparte, cada año lo renuevo, lo cual me da oportunidad de introducir unas figuras en lugar de otras. En cuanto a los colores, son mis nietos los que me asesoran.
Pedro Prieto