De entre las asignaturas pendientes que tenemos en materia turística, apartado de atención al turista, pensábamos que la de cerrar las oficinas de información turística los domingos era la mayor. Pues bien, no. Hay, por lo visto, otra. La falta de consignas donde dejar los bultos por unas horas. Miguel González, fotógrafo y profesor de alemán para españoles, nacido en Alemania, hijo de padres españoles, y residente en Holanda, y Bárbara Kouwenhoven, holandesa, médico y antropóloga (y muy guapa, dicho sea de paso), decidieron la pasada semana venirse a Mallorca para recorrer a pie la Serra de Tramuntana, cosa que han hecho encontrándose con dos sorpresas. Una, que al llegar al refugio de Tossals Verds las instalaciones estaban completas. «Nos informaron que estará ocupado durante todos los fines de semana del invierno. Por lo visto, gente de Mallorca que llega hasta cuatro o cinco kilómetros del refugio en coche, ha hecho la reserva. De ahí que tuviéramos que dormir en el saco, debajo del porche». Y dos: que hallaron cerrado el refugio Muleta, en Sóller, «por lo que tuvimos ir a una pensión».
Ayer, finalizado el recorrido, se vinieron a Palma temprano. «Debíamos estar en el aeropuerto a las siete para tomar el avión. Así que teníamos todo el día para nosotros». Como ella quería conocer la Catedral y el barrio antiguo, al no tener hotel, lo primero que hicieron al llegar a Palma fue buscar una consigna donde dejar las mochilas y las compras. «Pero no lo conseguimos. No las hay. ¿Extraño, no? En cualquier otra ciudad las hay. ¿Por qué no aquí, siendo una ciudad turística en la que hay gente que está en nuestras mismas circunstancias, de paso?». Pues nada. Echando ingenio a la situación, fueron a un supermercado, con un euro se hicieron con un carro, compraron algunas cosas, salieron con el carro, colocaron en él los bultos y así se fueron a conocer Palma. Tirando del carrito, que por la tarde, antes de ir al aeropuerto, devolverían.
P. Prieto