Atraversar la plaza de Pere Garau cuando los placeros del Mercat municipal se han marchado se convierte en una experiencia desagradable, por la gran cantidad de restos alimenticios, cajas de cartón o bolsas de plástico que se quedan desperdigadas por el suelo.
Además de instalar más contenedores, el Ajuntament de Palma debería obligar a los propietarios de los puestos exteriores a dejar el lugar tan limpio como lo encuentran cada mañana que se instala el mercado, uno de los más importantes de la ciudad.
Porque aunque las brigadas de limpieza de Emaya acuden raudas a devolver a la plaza su estado original, no evitan que durante un buen rato la plaza ofrezca una imagen lamentable, donde los fuertes olores acompañan a la imagen de los restos abandonados. Y si encima sopla el viento, muchos de estos desperdicios son arrastrados hasta las calles adyacentes que no serán limpiadas con premura y se quedarán allí hasta que llegue el turno ordinario de limpieza.