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Editorial

El culebrón de Marbella

Julián Muñoz ya no es alcalde de Marbella. La moción de censura presentada contra él ha sido aprobada por mayoría absoluta, hecho que, en principio, no representa ninguna buena noticia para Marbella porque se abren más interrogantes respecto a la gobernabilidad del Ayuntamiento, dirigido por la nueva alcaldesa, Marisol Yagüe, apoyada por Jesús Gil. Los deseos de consenso y transparencia de la sucesora de Muñoz difícilmente pueden ser compatibles con las causas contra Muñoz y Gil sobre presuntos delitos de corrupción en materia urbanística, y con una imagen de Marbella ligada a turbios negocios.

Más de 300 periodistas se acreditaron ayer para cubrir el pleno municipal, un espectáculo que contó con la presencia de Isabel Pantoja y que despertó más morbo que sentimiento de responsabilidad política. Días antes, las intervenciones de ambos adversarios políticos en diferentes programas de televisión dedicados al cotilleo habían causado ya un gran bochorno. Desgraciadamente, el panorama de Marbella es lo suficientemente oscuro como para que ambos sigan aireando sus trapos sucios. Habrá que esperar un tiempo para saber lo que se esconde realmente detrás de la moción de censura. Y quién gobierna realmente ahora. Visto el protagonismo que ha tenido Jesús Gil en toda la crisis las cosas están demasiado claras.

El fundador del GIL desenterró el hacha de guerra cuando su antiguo colaborador, Julián Muñoz, destituyó al gerente de urbanismo. El novio de la tonadillera había abierto la caja de truenos -la que encerraba toda la especulación inmobiliaria al margen de cualquier legalidad- y se atrevió a iniciar una política urbanística sin contar con su protector. A partir de ese momento empezó la cuenta atrás para Muñoz, con la complicidad de concejales del PSOE y del PA, que anteriormente habían denunciado las irregularidades de Gil.

Es tal la gravedad de las acusaciones lanzadas, en el marco de enriquecimientos no justificados, que todo hace prever que el lamentable espectáculo marbellí seguirá en los tribunales, donde Gil es ya un cliente habitual.

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