Ana Torroja regresó a Mallorca tres meses después de haberse casado. Una boda que como recordarán -lo publicó Ultima Hora- tuvo lugar en el mar, a bordo de un velero, y a la que asistieron unas treinta personas, entre ellas su amigo José María Cano, boda de la que no suele hablar. Y regresó a la Isla por cuestiones de trabajo. De la mano de Trui, dio anteayer un concierto en Inca, del que damos amplia información en nuestra sección de Cultura, y en el que cosechó, como era de esperar, un notable éxito ante un público fiel y completamente volcado a ella.
Como también explicamos en su momento, Ana, tras mantener una entrevista en el aeropuerto con los periodistas que en él a diario montan la guardia, alquiló un coche en el mismo Son Sant Joan y se trasladó a su casa de Camp de Mar, una casa no muy grande, con vistas al mar, en la que vivió en los años 50 un conocido espía inglés -en aquellos años de guerra fría que siguieron a la II Guerra Mundial, en Mallorca vivieron espías, sobre todo ingleses, unos más conocidos que otros, desarrollando actividades que nada tenían que ver con el espionaje, como escribir, por ejemplo-.
Durante los tres días que Ana ha permanecido en su chalé ha llevado una vida discreta y tranquila. Que se sepa, ha estado sola, a no ser que su marido hubiera adelantado el viaje y la esperara en ella, sin salir ningún día, ni siquiera para bañarse desde las rocas, cosa que sí hizo Ana, antes y después del concierto de Inca. Por cierto, nos llamó la atención durante el baño observar lo desarrollada que está. ¿Es que va al gimnasio? Pues probablemente. Basta verla, ya digo. Nada que ver con aquella frágil chica de Mecano.
Pedro Prieto