Concluida la Copa del Rey, en la que la infanta doña Cristina ha competido, como en ediciones anteriores, a bordo del Azur de Puig, los Duques de Palma, disponen de todo el tiempo de vacaciones para ellos y, sobre todo, para dedicarselo a sus hijos, que dicho sea de paso han sido testigos de algunas de las regatas disputadas, pues la abuela, doña Sofía, los ha llevado a verlas. Incluso un día se apuntó el padre, que los llevó al Club Náutico a que vivieran el ambiente.
Pues como decimos, finalizada la Copa del Rey, los Duques de Palma se desviven por sus hijos llevándolos a los lugares que más les gusta. Ayer se acercaron... ¿dónde dirán que fueron? Efectivamente: a Marineland. A que vieran una vez más el show de los delfines, leones marinos y papagayos, que se lo deben de conocer al dedillo, y que ya deben de haberse hecho amigos de todos ellos, pues son incontables las veces que han estado en dicho parque, pero como si nada, pues cada vez que lo visitan disfrutan como si fuera la primera vez.
Es como Froilán, cuando su padre le llevaba a dar una vuelta en la pequeña lancha motora por los alrededores de Porto Pi. Pese a que se conocía el recorrido de memoria, y a que prácticamente era lo mismo cada vez, cada tarde, al regresar de Cabrera, le pedía al Duque de Lugo que le montara en la lancha. Y no sólo eso: le cogía de la mano y le llevaba hasta el embarcadero. Pues lo hijos de los Duques de Palma, en los que de momento no se ha despertado el instinto marinero de los Borbones -todo se andará-, lo mismo.
Pedro Prieto