Kenya es país de tradiciones, por lo que la región de Wamba, en la que la etnia samburu es la dominante, no es la excepción. Algunas de estas tradiciones son un tanto bárbaras, crueles e injustas, como la ablación y la visita aloiboni, o brujo, o persona más anciana de la tribu; mientras que otras, que se remontan a los principios de los tiempos, no dejan de ser curiosas a ojos del visitante.
Nos referimos a la conversión del adolescente en guerrero, al que llamarán morani o morán, y que se distingue del resto de convecinos por su estética e indumentaria: pelo recogido bajo una redecilla o pañuelo, pecho descubierto, faldón de color rojo, blanco o anaranjado; collares y pulseras, así como numerosos objetos decorativos en orejas y cabeza. Van siempre acompañados del machete y el palo. A veces se cubren con una túnica.
No es fácil hablar con ellos. Son distintos a los demás, por decirlo de algún modo. El morani suele ir con otro morani, rara vez se le ve con un keniata de los de a pie o con una mujer, a no ser de la propia, o propias, pues en Kenya el varón se puede casar las veces que quiera. Ellas, en cambio, sólo pueden hacerlo en una sola ocasión, a no ser que el marido se muera y entonces sí, puede volver a casarse.