Entre las grandes extensiones del arenal de sa Ràpita y es Trenc nos encontramos con la aldea marinera de ses Covetes, que conserva su morfología arquitectónica original. Viviendas de dos plantas y cocheras por la parte de atrás, que dan a la calle y espacios ajardinados, frente al mar de Mitjorn en la fachada principal. Casas antiguas y otras de nueva construcción, siguen con aproximación los esquemas estéticos esenciales que envuelven la pequeña caleta, inmersa en el sabor rústico del entorno.
Ses Covetes deben su denominación a las pequeñas grutas empleadas desde tiempos antiguos con una proyección funeraria. Durante siglos aquel litoral bajo y expuesto a las incursiones piratas permaneció prácticamente deshabitado y no fue hasta el siglo XIX cuando, anulado con la colonización francesa el peligro que los bajeles berberiscos representaban para Mallorca, los vecinos de Campos y otras poblaciones cercanas decidieron la construcción de este interesante núcleo costero.
Enseguida que nos acercamos a ses Covetes por carretera, una vez atravesado el pinar, llama la atención la hilera de coches estacionados en la vía de acceso. Son los visitantes de es Trenc que acuden en masa y prefieren esta alternativa al aparcamiento de pago. Unos metros más adelante el agobio ya es manifiesto y lo que en invierno asemeja un poblado fantasma ahora se convierte en un hervidero de gente. En abierto contraste, en la playa apenas contamos unas pocas personas residentes, como es obvio, que prefieren la tranquilidad del baño frente a su propia casa a la caminata interminable por los arenales colindantes.
Gabriel Alomar