El verano ha llegado y lo ha hecho sin ningún tipo de miramientos. Ante el calor asfixiante, parece no haber ningún invento estilo doctor Franz para combatirlo. El aire acondicionado se convierte en uno de los instrumentos más preciados en la temporada estival ayudando a combatir no sólo el calor, sino también el mal humor.
Las altas temperaturas provocan junto con los consabidos agobios una buena ración de malestar general, ante el que un aparato de refrigeración puede resultar una solución milagrosa. Sin embargo, está claro que el calor fue anterior a la tecnología. Por ello, ante la falta de alguna maravilla made in Japan, los remedios tradicionales toman protagonismo. El agua, ya sea en versión snob, léase nadar en la piscina de uno, costero-vacacional, esto es ir a la playa, o casera, simplemente ducharse, siempre resulta de lo más aliviante.
Tras el agua, quedarse en casa dejando que simplemente pase la corriente supone otra de las soluciones más tradicionales, a la vez que cómoda, en momentos en los que hacer un solo movimiento puede llegar a suponer un auténtico esfuerzo. Ante situaciones desesperadas, queda un último remedio: la pura resignación. Cuando la madre naturaleza se empecina en algo parece que hay poco que hacer. Por ello lo mejor es simplemente esperar a que lleguen tiempos mejores. Después de todo muchos vienen a las Islas en busca de su clima.
Pau Cavaller