Anteayer fue la noche de Sant Joan, la más corta del año, y Palma, además de muchas localidades de Mallorca, se convirtió en una gran fiesta con masiva afluencia de público. A pesar del día que era, es decir, lunes, las calles de la ciudad estaban más animadas que de costumbre y se respiraba el buen ambiente.
Después de pasar por delante del Parc de la Mar, donde una concentración de gente parecía cubrirlo todo, incluyendo el estanque, una hilera de transeúntes de todas las edades y clases, enfilaba hacia la playa de Can Pere Antoni, desde la que, aproximadamente a partir de las diez de la noche, pudieron verse algunos fuegos artificiales. Frente a la «Nuredduna» de la artista Remigia Caubet, pudo encontrarse a gente mayor que paseaba agarrada de la mano y jóvenes que se susurraban al oído, además de algún que otro ciclista y niños que jugaban.
Después, alrededor de las doce de la noche, en mitad de un mar de coches que la gente con ganas de festejar dejaba aparcados por todas partes, un numeroso bloque de personas cargadas con barbacoas, botellas de alcohol y comida para alimentar a un ejército, intentaba apretarse con otra pequeña multitud que ya ocupaba la playa de la Ciutat Jardí, cuya orilla se presentaba incaccesible desde la entrada, ya colapsada por la corriente humana y la fiesta.
M. Garrido Barón