La procesión salió del Palau Episcopal a las once y media de la mañana. Al frente, un turiferario, una cruz, ciriales y un diácono portando el Evangeliario. A continuación, las escolanías de los blavets de Lluc y de los vermells de la Seu, seguidos por laicos, los presbíteros concelebrantes, el Cabildo catedralicio, el Colegio de Consultores, los 18 obispos asistentes, entre ellos el de Menorca -Joan Piris- y el de Eivissa -Agustí Cortés-, con el nuncio de Su Santidad, Manuel Monteiro; el cardenal arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles; el arzobispo de Valencia, Agustí García Gasco, metropolitano de la Provincia Eclesiástica a la que pertenece la Diócesis de Mallorca; el arzobispo de Tarragona, Lluís Martínez; el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares; el arzobispo de Zaragoza, Elías Yanes; los diáconos y los familiares del obispo.
El féretro fue portado, sucesivamente, por los últimos ocho sacerdotes ordenados por él, por ocho arciprestes, por ocho seglares y por ocho miembros del Colegio de Consultores, que introdujeron el féretro en la Seu, a las doce del mediodía, colocándolo en el altar.
Los religiosos accedieron al Coro de la Seu. En el templo había unos 400 sacerdotes y una nutrida representación de las iglesias cristianas de Mallorca. Sobre el féretro se colocó una casulla blanca, la mitra, el báculo que le regalaron al cumplirse sus 25 años de pontificado y el Evangeliario. Carles portaba el báculo que llevó Úbeda cuando fue ordenado como obispo auxiliar de Eivissa.