Todos notamos el cambio de hora: amaneció más tarde; los que nos levantamos a la misma hora dormimos una hora menos; tuvimos que adelantar el reloj; se vio mucha menos gente en la calle.
Giselda Montesinos, de La Espiga, un bar del Coll, confesó que el horario sólo le había afectado en que había cambiado la hora, «pues me metí en la cama el sábado por la mañana, tras una noche de marcha, y no me he levantado hasta hoy, a las cinco». Eso sí, tuvo que cambiar la hora en el reloj de la caja registradora y vio menos gente en la calle. También tuvo que cambiar la hora, cosa que hizo delante de nosotros, Francisco Hernández, a quien, aparte de eso, no le afectó el cambio para nada. «Puede que mañana, lunes, lo note algo». Cristian Lafourcale y Alfonso Londino son camareros de un chiringuito de Ciudad Jardín. Hablamos con ellos a las ocho de la mañana: «Se ha notado en que todavía no ha venido ningún cliente, ni que vemos a nadie hacer footing».
Toni Ferrer y Leonardo Ortega se iban a dar una vuelta en bici. Ambos, dicen, cambiaron la hora en la víspera. Aseguran que se hubiera notado más el cambio «si hoy hubiéramos tenido que ir a trabajar», por lo que por la tarde hacían cuentas echarse una siesta y llegar más descansados al lunes.
Las componentes del equipo de baloncesto Boscos, que iban a jugar en el Molinar, se señalaban sus rostros, «¿no se nota que hemos dormido menos que otras noches?». Domingo Calonge, de Floristería Alemany, nos dijo que nosotros éramos los primeros que entrábamos. «Yo no lo he notado mucho, pues me fui a dormir pronto, como siempre. La diferencia es que el día ha amanecido más tarde y apenas hay gente en la calle».
De la misma opinión eran Bartolomé Fontanet. «Mire como están las mesas de la terraza. ¡Vacías!, dijo. Y Carmen García, de los helados italianos, quien también lamentó «la poca gente que ha venido» Quien no notó apenas cambios fue el rumano, de Cluj, Calin Licinius, vendedor de diarios en el semáforo. Y quien sí, Toni Torres, del bar Centro, de Artà.
Pedro Prieto