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Llamaradas al otro lado del mando

Visionamos un capítulo de la serie «Código fuego» en compañía del turno de noche del cuartel de los bomberos de Palma

Miércoles, 22.00 horas. Polígono de Son Castelló, sala de estar del parque de bomberos. Seis bomberos frente al televisor donde en breves segundos dará comienzo un nuevo capítulo de «Código fuego». Con ellos, quien suscribe. De entrada nos sorprende tan poca gente allí cuando el turno en ese parque es de 20. ¿Acaso no interesa la serie? Seguramente.

Tras visionarla -no vamos a resumir el capítulo pues ocuparíamos todo la página- la analizamos. ¿Tiene que ver con la realidad? En líneas generales, poco. «Todo lo que aparece en la película -nos dice un veterano- es auténtico, excepto los bomberos, que son artistas». En cuanto a los guionistas, «podrían haber estado mejor asesorados». Casi todos coinciden en que la salida que hacen del parque ante una emergencia es bastante real, incluso cómo se mueven los bomberos en la cabina del coche, y que la manguera que utilizan para apagar la caseta sea una 25, «aunque ahí se gasta agua en exceso».

En la serie aparece un bombero negro, «nosotros también tenemos otro, Carmelio Barbosa, muy bueno, por cierto», comenta alguien. Pero no es normal que se salga del parque con un autobomba Magirus, que el del viaje sea un Mercedes y que la vuelta la hagan en un Iveco. ¡Todo en el mismo servicio! «Tampoco es frecuente que cuando regresas al parque hagas sonar las sirenas».

¿Suele entrar el bombero en el vestuario de la bombero cuando ésta se está cambiando? ¡En abosluto! Tampoco es corriente que un parque de bomberos tenga tantas mujeres bombero como ése, ni que los problemas de casa se trasladen al parque con la frecuencia e intensidad como ocurre ahí, ni que el niño, por muy hermano que sea de uno de los bomberos, se pase el día con ellos, ni que estos, durante un servicio compren unos pavos -ni nada-, «pero suponemos que eso es así porque si sólo contaran la vida de los bomberos en el parque -opina otro veterano-, la serie sería aburrida». Puede que las tensiones entre bomberos sean, dentro de lo que cabe, normales, «pero cuando entramos en un poblado gitano lo solemos hacer acompañados por la policía, no como en ese capítulo. Y aunque a veces nos suelen abuchear por llegar tarde a causa del tráfico, jamás nos han pegado».

Pedro Prieto

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