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El sol agotó a los voluntarios mallorquines en Galicia

La temperatura hizo mella en la expedición isleña, que ayer sacó casi ocho toneladas de chapapote de las rocas de A Coenda Pequena

Pep Roig. Enviado especial a Camariñas.
El cielo estaba tan despejado y azul, y el sol tan brillante, que daba la sensación de estar en Mallorca. Hasta el océano se había calmado como queriendo imitar al Mediterráneo cuando está plácido. Pero las negras rocas, que por el efecto de la luz solar brillaban como espejos, y las embarcaciones que recorrían de un lado a otro la zona atrapando la avanzadilla de una nueva mancha que pretende llegar a la costa, devolvían la trágica realidad de la tragedia que se vive en Galicia.

Precisamente ese buen tiempo hacía temer desmayos a medida que fuera subiendo la temperatura, pero por este motivo sólo hubo que atender a una joven, que se repuso en seguida. Pero no les faltó trabajo al doctor Alfredo Cenarro ni al ATS Pep Martínez, porque hay gente con dolores musculares y también con gripe, que no se ha extendido más por esa labor preventiva que han llevado acabo, a pesar de los escasísimos medios con que cuentan.

Y menos mal que están ellos, porque los médicos locales parece que se han desentendido totalmente de la presencia de los voluntarios. Y por eso también tienen que atender, lo hacen voluntariamente, a los voluntarios de otras comunidades que enferman, porque ni la Xunta, ni el Gobierno han establecido, por lo menos en Camariñas, un servicio médico de emergencia. Por lo menos la expedición balear tiene servicio médico propio, aunque dotado, por ahora, con escasos medios.

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