Pep Roig. Enviado especial a Camariñas.
Es como si de entre las rocas alguien te agarrara con fuerza y
quisiera arrastrarte hacia el fondo. Es lo que debió de sentir ayer
Margalida Rosselló cuando en la sesión fotográfica en una de las
playas de Camariñas su bota quedó presa del chapapote. Solícito, el
conseller d'Interior, Josep Maria Costa, le ofreció el brazo
caballeroso y la dama, ante la sonrisa complaciente del president
Francesc Antich, pudo ser rescatada del infierno negro.
En crónicas anteriores Ultima Hora ha explicado el motivo del viaje del president del Govern y su séquito, entre los que se contaban unos veinte periodistas, que no era otro que reunirse con el Ayuntamiento de Camariñas, en cuya fachada lucía la bandera de la Comunitat Autònoma de les Illes Balears, para establecer la estrategia de la operación de limpieza de los vertidos de fuel oil precedentes del «Prestige», aunque el convenio lo firmará Antich con el ministro de Fomento, en fecha aún no establecida.
El alcalde de Camariñas y sus concejales mostraron su pesimismo al presidente y a los dos consellers, tanto es así que, le dijeron, están pensando en suspender la feria del encaje de bolillos, artesanía esta que supone una buena fuente de ingresos para el municipio, aunque Antich les animó para que continuaran con el programa y, además, les ofreció la participación con un stand durante la celebración de los actos del Dia de les Balears. El president se ofreció, además, a enviar expertos en turismo para asesorarles en la recuperación de la imagen, ahora tan dañada por la peste negra que invade las playas.
En la jornada de ayer, la expedición balear visitó las playas que hasta junio limpiarán los voluntarios isleños, desde la playa do Home Morto, hasta el cabo Villán. Será una dura tarea, como pudieron comprobar los expedicionarios, todos ellos pertrechados con el mono blanco y las botas de agua, necesarios para no salir del lugar llenos de brea. Los tres mandatarios pisaron la zona en la que más chapapote había, y hasta se atrevieron con el gesto simbólico de sacarlo con las manos, mientras las cámaras no paraban de tomar imágenes.
Si la mañana había amanecido helando, el sol brillante que lució después quitó dramatismo. El mar estaba en calma, según apreciación de los del lugar, a pesar de que la cresta de las olas alcanzaba los cuatro metros o más, pero esa no es una situación normal y a los que realmente vayan a quitar chapapote les espera un tétrico escenario, y no en la plácida arena, precisamente, sino todo lo contrario.